Personal Passiones

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martes, 27 de marzo de 2018

Caer en las garras, otra vez.

Empezar de cero, de nuevo en esos lares donde uno muere de amor. Donde en la adolescencia no se veía más que una muerte segura por no tener al ser amado, ese que te está rompiendo en mil pedazos. A mis veinte, morir de nuevo, porque un wey está jugando con mis sentimientos, y de nuevo empezar a escalar fuera de ese pozo para dejar de sufrir dejar de guardar el luto, dejar de llorar, dejar de pensar en eso, dejar las ideas negativas y malas. Dejar de identificarse más con las canciones tristes que las de felicidad, dejar de deprimirse, porque de nuevo te vieron la cara de pendeja. Eso, lo digo por experiencia, no es fácil, y no es sólo llevar un proceso, es realmente jugarle al vergas. Eso es la muerte. Es lo peor que he logrado sentir... ¿cómo dejo de sufrir? Quiero dejar de llorar, de sentirme poco valorada, sola, y agüitada. De nuevo me entregué creyendo que ahora sí era la buena, que ahora sí ya había aprendido de esas relaciones donde lloré mares y ríos, y ahora heme aquí, llorando pero océanos de recuerdos, malos tratos palabras y acciones, confianzas traicionadas, mentiras dichas, y desiluciones, promesas no cumplidas y mareos de esa montaña rusa donde no concibo bajarme y pisar tierra. 
Si mis ex novios ardidos y vatos que no pelé supieran la magnitud de mi dolor, harían una fiesta, pero honestamente no me importa, soy buena persona, buena mujer, y este supo ganarme, pero ahora está aprendiendo a perderme, y tiene experiencia en lastimarme, y un doctorado en valerle madre mi inestabilidad emocional.
Debo aprender. 
Quiero ya no saber entregarme completa al querer. 
Quiero dejar de sufrir.
Quiero, que como a él, me valga de igual manera para seguir mi camino lejos suyo y
poder sonreír de nuevo.