Era muy bella para mirarla, para adorarla,
para cuidarla igual que se cuida la cosa
más tierna, para decir que uno tiene guardado
una cosa muy bella, claro que como una rosa
hermosa y delicada tenía sus espinas, pero
sabiendo tomarla de su tallo no te las encajabas.
El reto era que cualquiera la tomaba y arrancaba
con una forma tosca y sin cuidado terminando
pínchandose la mano sangrante y culpándola a
ella teniendo ellos poca cautela.
No la necesitan, les gustaba tenerla, poseerla,
oler su aroma y cuando se marchitaba en sus manos,
la dejaban por negligencia, buscando flores más frescas.
Y así iba por la vida, floceriendo tras cada ciclo,
entregando sus pétalos. Pero por fortuna sabia no
extrañar, el proceso para ello, era como un invierno
duro y largo para su jardín, sin embargo sabía florecer
cada primavera.
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