Pandemia. Año 2022.
Ya no tengo 21 años, las palabras en mi hermoso y nostálgico blog ya no fluyen tan fácil como gotitas de lluvia por las ventanas de mi casa. Supongo que eso es bueno. Ya me siento más feliz cada día que trascurre.
Ya tengo 27, pero igual de bonita y joven, cuidarse la piel sirve; tomen mucha agua, desmaquíllense, tomen vitaminas y usen bloqueador siempre, aunque esté nublado. Ojalá pudiera tener frente a mí a esa niña de 24 años triste y con ganas de morir 24/7 y decirle que va a estar bien. Que va a resurgir. Sólo de acordarme y leer mis párrafos llenos de lágrimas y depresión de ese entonces quiero volver a llorar.
Quiero abrazarla tanto, a esa yo de veinticuatro. De verdad, en serio lo necesita. Uso este blog como espejo de todas mis etapas, y esa es la que me duele más. Te veo a través de recuerdos y letras esparcidas en el blog, y de verdad me rompe el alma verte así. Pero todo va a mejorar, vas a estar bien. Mi chiquita, toda inocente y tonta, necesitabas ser realmente cruel para que no te pasara esto, pero no es tu naturaleza, sin embargo, navegan con ese título para ti sólo por limpiar sus conciencias, no te merecías nada de eso.
Me merecía, y merezco tantas, demasiadas disculpas, que sean casi de rodillas, unas disculpas que jamás van a llegar, pero se sabe. Se sabe que me las merezco. Quisiera decir que maduré al cien por ciento. No es así, lógicamente voy pasando por procesos, realmente he madurado mucho, pero no.
No he perdonado todo.
Y creo que la verdad no lo haré. O quien sabe. La verdad no deseo el bien a quien me hizo daño. Sólo deseo que vaya como tenga que ir, que fluya, y que obtengan lo que merecen, sea bueno o sea malo.
Pero no he perdonado.
Hasta nuevo aviso...
A.
